NUESTRAS  ERMITAS

 

LA ERMITA DE LA SOLEDAD

 

       La ermita de la Soledad, también llamada iglesia de Santa María de los Caballeros, se haya situada en la calle y plazuela del mismo nombre, en frente del convento de Santa Clara, extramuros de la villa pero muy cercana a la Puerta de Mérida.

 

       Su planta es rectangular, con un ábside poligonal de cinco lados desiguales en uno de los cuales se abre la sacristía. La entrada se encuentra en un lateral y consiste en una puerta adintelada. Enfrente hay una capilla rectangular sin mayor interés arquitectónico, sino el de que servía para albergar, a modo de cripta, uno de sus  Cristos Yacentes.

 

       Su exterior es de mampostería con sillares en las esquinas. Tiene una pequeña espadaña a los pies y encima de la puerta hay una pequeña hornacina rectangular que alberga la imagen de la Virgen.

 

       En el interior se distinguen el tramo de la cabecera y el de la nave. En la bóveda de áquella hay una clave central, con un jarrón mariano en relieve, y seis nervios de cantería que descansan en soportes formados por capiteles sencillos con decoraciones distintas de cordones, un tramo de columna y una ménsula, que deja a estos arcos sin llegar al suelo. En una de estas ménsulas se puede distinguir un rostro humano con barba. El séptimo nervio llega hasta el centro del primer arco fajón. A la izquierda, en el muro, se abre una hornacina o arcosolio de estilo gótico, con arcos apuntados y lobulados entrelazados, con decoración de bolas, donde en la actualidade se encuentra el  "CRISTO DEL PERAL" en su urna, todo ello de cantería. Y parcialmente cubierta por ésta hay una lápida sepulcral, con el emblema de la cofradía y una inscripción de difícil traducción en los bordes. El arco fajón de cantería da paso a la nave, dividida en tres tramos por otros arcos sobre pilastras con sencillas molduras, lo que da lugar a bóvedas de cañón con lunetos.

       La ermita de la Soledad, a pesar de sus múltiples restauraciones, conserva restos de su fábrica primitiva en la cabecera, en lo detalles ornamentales y, sobre todo, en la citada hornacina y lápida Sepulcral, todo lo cual parece proceder del siglo XV. Estas reformas comienzan en el siglo XVIII, tal como podemos observar en las correspondientes partidas del libro de cuentas de la cofradía.

 

EL  RETABLO

       El retablo de la ermita de la Soledad es obra del tallador salmantino Luis González, a quién ayudó en su elaboración el carpintero cacereño Sebastián Bravo, a la sazón mayordomo de la cofradía. La obra se terminó en 1728 y, según consta en los libros de cuentas, importó un total del 2.500 reales.

       Es de madera dorada y policromada, y en el se recoge todo un programa iconográfico en torno a los atributos de la Pasión (escaleras, clavos, martillo y tenazas, esponja) que sostienen una serie de angelotes. Se encuentra coronado por un entablamento quebrado, enmarcado por un par de columnas salomónicas rematadas en sendos capiteles jónicos, con adornos vegetales en espiral. Lo profuso y recargado de la decoración, así como el color dorado que lo cubre, denota un gusto popular y barroco.

       En el año 2007 concluyeron los trabajos de restauración del retablo, que se encontraba en un estado deplorable de conservación a causa de la acción de la humedad, la suciedad, el humo y la carcoma. Hubo fragmentos que se habían perdido y se reintegraron, y las labores de limpieza dejaron al descubierto, entre otros detalles, el color original de la cabellera de los angelitos, que era negra y no dorada como se pensaba hasta entonces.

 

 

 

LA ERMITA DEL CALVARIO

 

       La pequeña ermita  del Calvario se encuentra en el camino que desde Fuente Concejo sube a la Montaña, situada sobre unos peñascos que sobresalen y le dan un aspecto más dramático a lo que es la conclusión de un calvario de cantería formado por la cruces del vía crucis que llega hasta allí. Parece ser que el paraje se eligió ex profeso para emplazar la ermita, pues Simón Benito Boxoyo nos dice que el sitio del Calvario, según el diseño que el padre Castillo tomó en un folio en su viaje a Tierra Santa y por relaciones de religiosos que han visto el de Jerusalén, es muy semejante a él.

 

       El edificio fue saqueado por los franceses durante la Guerra de la Independencia y durante muchos años permaneció abandonando. Su estado llegó a ser ruinoso, pero gracias al buen hacer de la cofradía, hace más una década fue objeto de una restauración y rehabilitación integral. Tiene un pórtico de triple arquería de medio punto y bóveda de aristas al que se accede por unas escalinatas, más una puerta adintelada; mientras que la capilla la constituye un pequeño espacio, cubierto con una bóveda baída, cuya pared posterior apoya en la roca, con una pequeña habitación a un lado. El conjunto es una construcción muy pobre, de mampostería encalada. Su actual advocación es de Nuestra Señora de la Soledad del Monte Calvario.

 

       La erección de la ermita data de los años inmediatamente posteriores a la refundación de la cofradía, aunque las celebraciones del Domingo de Lázaro y el Viernes de Pasión, tal como nos aparece reflejado en las ordenanzas, vendrían teniendo lugar en aquel sitio desde bastante tiempo antes. En su construcción intervinieron los alarifes cacereños Francisco Martín Paniagua, Juan Mateos y Blas Martín Nacarino, junto con el cantero Jusepe Paniagua.